domingo, 14 de abril de 2024

La imagen entre líneas.







Susana y los viejos. Artemisia Gentileschi. Óleo sobre lienzo. 170 cm × 121 cm. 1610.



Griselda Pollock, en su análisis sobre los mitos representados por la artista

romana Artemisia Gentileschi (1593-1654) , señala que abundan lecturas sobre 

Susana y los viejos o Judit decapitando a Holofernes, que interpretan la elección de

estos mitos como reflejo de venganza personal a raíz de haber sufrido una violación

por parte de su maestro. Según los registros de época, la violación tuvo lugar en el

año 1611 mientras que, Susana y los viejos,  fué pintada en 1610. Tal repertorio de

mitos era frecuente porque conformaban el imaginario popular de su tiempo y era

representado también por colegas varones contemporáneos. 

Lo verdaderamente interesante a revisar desde la crítica feminista, dice

Pollock, es precisamente cómo las artistas han desarrollado estrategias para

dialogar con los mitos de representación hegemónicos de su época. Es decir, el

desarrollo de estrategias de negociación para convivir como productoras de sentido

en la esfera pública. Sobre la compresión espacial en la versión de Artemisia

Gentileschi acerca de Susana y los viejos, la autora señala: 

“Perspectiva es lo que Artemisia Gentileschi habría de estudiar con Agostino Tassi, su maestro convertido en violador. La perspectiva, más que una herramienta útil, representaba no sólo una tecnología para la producción de una ilusión de espacio en superficies bidimensionales: era una construcción discursiva de un mundo y un modo de establecer una relación ideológica con dicho mundo, medido, dominado, desplegado, legible, racional, calculable matemáticamente [...] Hay muy poco espacio en el Susana y los viejos de Gentileschi [...] Al observador se le ofrece un punto de vista que imaginariamente está en el estanque de baño o mikveh. Es decir, el observador no puede tener ninguna relación racional respecto a este espacio. Estamos demasiado cerca de lo que sucede [...] En el cuadro de Artemisia Gentileschi, los hombres y la mujer existen en zonas radicalmente diferentes. Los ancianos están pintados como una unidad, confinados sobre la balaustrada, hablando entre sí [...] ¿Dónde están los signos del jardín, tan comunes en otros escenarios, creando una situación edénica para desplazar el crudo conflicto de la concupiscencia masculina y la desnudez femenina? [...] a diferencia de otras versiones del tema, el cuadro no correlaciona a los observadores con el punto de visión de los ancianos, lascivos bajo el cubierto de los árboles mientras la joven continúa despreocupadamente su baño, expuesta a la visión que abarca tanto a los dos hombres dentro del cuadro como a aquellos fuera del espacio ficcional (por ejemplo en la versión de Jacopo Tintoretto de 1555-1556 en Viena,

Kunsthistorisches Museum). El cuadro de Artemisia Gentileschi no es entonces una

metáfora para mirar, para el placer visual que es incitante sexualmente [expone] las

oposiciones que subyacen y estructuran el relato”. (1)

Según la autora, estas aproximaciones podrían aportar otras lecturas

respecto de la verticalidad de las estructuras sociales en las que se inscribe la

pintora y su representación simbólica. Tengamos en cuenta que el mito tiene un

correlato con el trauma sexual no reconocido en el juicio Tassi - Gentileschi (1612)

donde el padre de la pintora demandaba al maestro de dibujo por comprometer los

derechos legales que le correspondían sobre el cuerpo de su hija y la posible

consecuencia respecto del status social que significaban. “Los ancianos son

sentenciados a muerte por transgredir las leyes que gobernaban el derecho del

hombre sobre la posesión de las mujeres, regulando quien tiene permitido mirar a

una mujer ya reclamada: no codiciarás a la mujer de tu prójimo. La narración trata

fundamentalmente sobre el uso legal contra el uso ilícito del cuerpo de la mujer por

los hombres” (2)

En esta versión de Susana y los viejos la representación femenina no se

inscribe de manera pasiva ni universal como sucede con la musa o la alegoría, se

trata de una mirada particular dialogando de manera semiótica con un mito. 

No intentamos adjudicar a Artemisia Gentileschi una conciencia feminista, aclara Pollock, porque estaríamos incurriendo en una anacronía. Pero si es posible

identificar la conciencia de una feminidad inserta en jerarquías sociales y una

confrontación con los mitos desde la práctica artística como vehículo hacia la

proyección pública de su subjetividad.



(1) y (2) Pollock, Griselda. La heroína y la creación de un canon feminista: Las representaciones de Artemisia Gentileschi de Susana y Judit. Crítica feminista en la Historia del Arte. Karen Cordero e Inda Sáenz compiladoras. México, 2001. Pág. 182 y 183.

jueves, 14 de marzo de 2024

Un árbol genealógico.

 



1- Vagina dentada. Instalación en Mitominas I. C. C. Ciudad de Bs As. 1986.


    Sobre el mito de la vagina dentada, según dicen de origen mataco, existen tantos análisis como versiones se pueden encontrar. Todas ellas convergen en un mismo desenlace narrativo: existían unas criaturas que bajaban de las estrellas para comer todo a su paso y que burlaban a los hombres. Un día estos decidieron preparar un festín y esconderse a esperar. Cuando aparecieron dichas criaturas, cortaron los hilos que las sostenían, rompieron sus dientes y las sometieron sexualmente.

    Carola Ordoñez apunta que: “...los ritos no revelan acerca de las mujeres sino acerca de lo que los hombres sienten hacia ellas […] El mito forma, en tanto conceptualiza, y a menudo deforma la realidad. Da estructura a lo temido o a lo desconocido para hacerlo abordable. Es así como los hombres se organizan en los mitos y ritos [...] esto los ayuda a pensar las cosas de una determinada manera para luego actuar como si realmente fuera así”.  (en Rosa, María Laura. Fuera de discurso. El arte feminista de la segunda ola en Buenos Aires. 2011. Capítulo III).







2- De la serie El zapallo. Fotografía. Ilse Fuskova. 1982.


    Los desnudos realizados por Ilse Fuskova cuestionan y problematizan la mirada hetero patriarcal sobre los cuerpos femeninos. Desde su activismo lésbico se propuso visibilizar otros enfoques sobre la sensualidad y el deseo.

    María Laura Rosa trabaja sobre la dificultad que supuso la exhibición de este tipo de trabajo para Ilse en el marco de Mitominas II, 1988. En esta edición las artistas trabajaron en torno a los mitos de la sangre y Fuskova trabajó en torno a la menstruación. Estas imágenes generaron tensión entre las artistas por temor al cierre de la muestra.

    La obra ”Cristo” de Liliana Maresca generó polémica ante el público ya que reflexionaba sobre los mitos en torno al virus del VIH. Una instalación que consistía en una figura de santería ensamblada con un mecanismo de transfusión y un líquido rojo.



 





3- Liliana Maresca con su obra (serie). 1983.


    Al igual que Ilse, Liliana hace de su cuerpo una herramienta de afectación colectiva. Elegí esta imagen por su parecido formal con El zapallo, por el mito que encarnan y resignifican sumergiéndose en el inconsciente colectivo. Porque ambas elaboran una discusión semiótica con la presentación pública del cuerpo femenino. Para profundizar sobre este punto recomiendo Pollock, Griselda. La heroína y la creación de un canon feminista: Las representaciones de Artemisia Gentileschi de Susana y Judit. 1999.

    Maresca gestionó una gran cantidad de acciones colectivas. Se vistió de monja para satirizar la conquista. Organizó una muestra en un lavadero y también una kermesse. En pleno menemismo se metió en el albergue de Warnes para comprarle un carro a un cartonero y lo llevó al C. C. Recoleta. Construyó una serpiente en el patio de Filosofía y Letras para después prenderla fuego. Hizo una sesión de fotos erótica y la publicó junto con su teléfono de línea para recibir los mensajes pertinentes. Podría seguir hablando de Liliana pero creo que sería mucho mejor que vean el documental  “Frenesí” 1984-1994.







4- “Mito del árbol de Ilse” Carolina Alonso. 2022.


    Porque existieron artistas que abrieron un camino para reflexionar sobre determinados mitos, actualmente puedo trabajar sobre un imaginario en torno a lo femenino que está cambiando. Como un organismo vivo, como el lenguaje, porque es lo propio del flujo vital. 

    Frente a las denuncias que hacemos como movimiento hay algo que sigue sucediendo casi de manera automática. La respuesta sigue siendo la incomodidad seguida de un sentimiento de confusión que no son emociones toleradas en este sistema y por ende se expresan a través de la violencia en sus múltiples formas.

    Habitar un cuerpo culturalmente feminizado tiene un costo. Como analiza Segato, estos cuerpos son un territorio donde se continúa la violencia de un sistema de jerarquías (el famoso sistema patriarcal). Recomendé esta lectura en más de una ocasión pero no interesó. ¿Por qué lo haría? al menos a quienes no les toca ser territorio. No está en mi interés insistir sobre esta discusión o aportar otro ensayo a la teoría feminista. Prefiero traer un mito que narra la continuación del primero:



Una serpiente sueña con el torso desnudo de un árbol mítico. Se desplaza lentamente por la corteza mientras abandona su piel a merced de los dientes espinas.


Cerca del suelo puede oír un rumor…un rumor espeso que resuena en los huesos. Son las raíces cavando túneles bajo la tierra, persiguiendo rastros de humedad. 

Conforman un tejido en las profundidades y se comunican mediante espasmos / tambor que en ocasiones hacen temblar la tierra.


Semillas caídas de las estrellas dieron lugar al árbol de Ilse. Criatura que con insistencia subterránea, susurra a través del inconsciente, de los sueños, de la tormenta:


"...el agua no puede apagar el fuego, el fuego puede devorar el palo y al lobo. El lobo puede escapar hacia la cima pero no podrá volver de ahí..."


Arrullo.


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